Por eso nace y se anuncia cual medicina contra la falta de memoria, contra los parásitos y gusanos, se reconoce en las luchas de Gaitán, de Camilo Torres, del coronel Aureliano Buendía, los sueños de José Arcadio, el Macondo de ciudadanos multirraciales cuya existencia fue ignorada por la oligarquía y sus gobernantes andinos, contribuyendo el EME a hacerlos presentes al alzar su voz en su nombre.
Por eso como organización político militar el M-19 en un páis donde no pasaba nada, se impuso en la cotidianidad de la política colombiana, mostró la cara de sus dirigentes y con irreverencia frente al aparato represivo del estado de sitio permanente, disputo al poder el concepto de democracia. “ La democracia -dirá Bateman- es el poder del pueblo.
El M-19 copó el centro con su propuesta nacionalista, democrática, antimperialista y revolucionaria y se consolidó como fuerza política en armas que, por la contundencia de sus propuestas y acciones, desde la otra orilla, convocó a diferentes fuerzas sociales y políticas en la búsqueda de la paz por la vía de la solución negociada: el diálogo, el consenso y el acuerdo.
El M-19 fue pionero en América Latina y Colombia en usar las armas para obligar al poder a sentarse a negociar la paz. En ese duro camino muchos seres de todos los bandos abonaron con su vida este difícil logro de abrir la democracia, de hacerla participativa.
En un momento de cruce de fuegos desde todas las esquinas, el M-19 decide en un país incendiado legitimar el valor de la palabra y firmar un acuerdo de paz y dejar las armas rompiéndole así el equilibrio al caos.
Carlos Pizarro envolvió su pistola en la bandera nacional y ese torrente de voluntades y credibilidad acreció el movimiento de la Séptima Papeleta que, junto con demócratas de las diferentes fuerzas político-sociales y las juventudes, exigió y obtuvo la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente. Con la alta participación lograda por la AD-M19 la ciudadanía validó el paso que dimos.
Pese al asesinato de Pizarro el M-19 y gracias a la voluntad del pueblo, nos enorgullece el haber incidido sustancialmente en los renovadores contenidos normativos y la expedición de la Constitución de 1991 que marcó el momento histórico en que se enterró por consenso la arcaica Constitución de 1886 en la que no cabía el país. La nueva Constitución abrió espacios de participación para dar continuidad a esta inagotable batalla por alcanzar, como medio y fin, la democracia plena.
Por: Rafael Vergara